caminando con los zapatos aún húmedos de la madrugada
se sostienen sólo por miradas
los dos amantes sin nombre,
las dos espinas en el pecho
los charcos de las avenidas tocan sus poros
el frío de la noche adolescente los abraza
sus lágrimas se sostienen en los labios
y sus besos ya no saben a nada
dos personas, dos sombras,
dos mutantes que cambian con la noche
y que clavan una a una las puntas de las estrellas
en sus blandos pechos de acero
en la trasnoche no los conoce nadie
nadie reconoce sus luces.
sus máscaras de hierro se alimentan de olvidos
que juntos no han de querer olvidar
la despedida tan inflexible como el tiempo
los ahoga en un último soplo,
en llamas de un amor que ya no existe,
en el fuego que vivirá sólo en dos pares de ojos maltratados
juntos ahora, espalda contra espalda
se abrazan abrazando al frío
ya no queda adiós en su ventana
ya las nubes negras no estallan de alegría
ya las gotas no empañan sus cristales
ya no quedan notas en las tristes melodías de sus vidas.
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